Renuncia: Esta es una historia ficticia en la que no se pretende cuestionar ningún precepto de índole religioso ni mitológico.
Agradecimiento: A mi padre, a mi novio y a mis amigos por vivir queriendo ser sabios, no sabiondos.
Dedicatoria: A toda persona que desee ver algo diferente de todo lo que ha visto y oído.
Capitulum V: Aspiciens ad solem.
Cuando fui creado por la Lux y Elohim me dio a escoger mi camino, supe que él y yo teníamos nuestros destinos trazados.
Yo elegí quedarme en el Octo Caelum. No me atraía ver algo diferente a lo que me ofrecían. No podía imaginarme todo lo que pasaría, en especial si desde el inicio me gané el título de Querubín.
Lo más interesante de esa parte de la historia fue cómo me llamaron desde entonces...
- Serás Luzbel.
Con el tiempo, aquel nombre sería una ironía... Pero no estoy aquí para contarles lo que soy ahora, sino lo que fui en aquel entonces.
- (1) -
Uriel y yo fuimos creados a la vez, como muchos otros y recibimos instrucción de parte del propio Elohim. No sabemos si hubo más o menos, antes o después, de nosotros. Solo sabemos que aquello que otros llaman "Tiempo" es algo inadvertido para nosotros.
Supe ganarme el reconocimiento de los tronos, serafines y querubines, gracias a mi voz. Era tan potente que se necesitaba cien de los míos para equipararla. Mis plegarias eran las más hermosas y plagadas de amor... Si, amor a todo lo que tuviera vida... ¿Y yo tenía una? Con el transcurrir del "tiempo", me daba cuenta de lo aburrido que estaba.
Y fue entonces cuando él apareció.
Se movía más lento que los demás ángeles. No usaba armas o al menos el cómo manipulaba sus varas me decía el poco interés en pelear. Un soldado celeste sin espectro angélico. Un simple mensajero. Y sin embargo, él sentía genuino amor por los entes que llegaban hasta aquí.
No imaginan el impacto que representó para mi saber su nombre.
- ¡AZRAEL! - Uriel grita a quien se hallaba exhausto a sus pies. - ¡Levántate!
- ¡SI!
Se levantó en el acto, pese a que no hubo un verdadero cambio en su forma de moverse.
Decidí acercarme a un grupo de ángeles que se encontraban observando.
- Disculpen. - Ellos voltean y me reverencian. - Ese, el que está con Uriel ¿se llama Azrael?
- Si, señor. - Contestó el ángel con un aura curativa.*
- El debería ser un querubín. - Opinó aquel que tenía el aura más recia.* - Aunque debe aplaudirse su esfuerzo.
- Es verdad, Mikael - Afirmó el más comunicativo* de los tres. - Azrael es buen peleador pero no pone ni un ápice de luz en sus movimientos, o sea, no hiere a nadie pero tampoco se deja herir. Hace solo lo justo. Y después de cada misión, se retira por voluntad propia a hacer ritos de purificación. Lo sé porque él no se molesta en ocultar las heridas que recibe en el Infernum.
"¡¿Va al Infierno a voluntad?!" No lo niego, lo pensé y lo dije, tan alto y tan fuerte que ese par se detuvo de su entrenamiento y me observaron. Aquel ángel tenía la mirada vacía. Sin luz ni oscuridad. Es algo que hasta ahora no logro comprender...
- (2) -
- ¡VAS MEJORANDO!
Después de aquel bochorno, le pedí a Uriel que me entrenara. Al ser de rango superior, más que un favor, le supo a orden lo dicho. Desde esa época, ya sabía aprovechar bien de mi poder.
- Un querubín debería interesarse en este arte ¿No lo crees?
- Puede ser... De todas maneras, eres quien manda en este momento.
¡Oh, sí!... Aquel idiota jamás se enteró la mella que hicieron sus palabras. Me daba cuenta de lo limitado que estaba y que realmente no habían muchas reglas para mi posición. Así que, poco a poco, empecé a tener roce con las líneas bajas del Caelum. No era difícil hacerme lugar, sabiendo que ellos tampoco alzarían su voz contra mi. Aunque claro, tampoco era mi intención sublevarme... No en ese "ahora".
- (3) -
Lo que son las cosas... Ahora asumo también misiones. Voy acompañado de Mikael, Rapael, el parlanchín Gavriel y el mejor de todos los ángeles que he conocido: Azrael.
El inspira un aura de respeto que ni Elohim me produce. Es extraño. Es como si supiera que mi esencia y la suya serán fundamentales en el destino de este versus.
Lo supe el día en que apareció esa esencia.
- Oigan, hay que llamar a Samael. - Propuso Azrael.
- ¿Estás seguro? - Preguntó Mikael. - Me parece que no tiene mucho interés en integrarse.
- ¡Es un ángel muy eficiente! - Defendió Gavriel. - Debe ser algo tímido. Yo creo que hay que avisarle. - Apoyó la moción.
Ese par se le acercó a aquel ángel (que de eso, no tiene nada).
Fue algo inquietante. Nos presentaron y no dejó de observarme. Cuando le pregunté qué pasaba, me perturbó lo que había tras sus áureos ojos: NADA.
Una obscuridad profunda. Nada podía nacer ni morir allí. Quedó tatuado a fuego en mi mente.
Con el pasar y pasar de esencias, sedientas de conocimiento ante Uriel, me di cuenta de varias cosas, como por ejemplo: me gusta usar la espada. Es un atributo muy único para mí, aunque el infeliz de Mikael también la usa y la ha usado en mi contra. También sé curar almas, mucho mejor que Rapael, pero a un precio.* Y tengo una excelente labia*, cosa que Gavriel debería imitar... Pero no soy el mejor ejemplo actualmente...
¿Qué puedo decir?...
Quiero ser la luz que más brille. No, mi primer nombre es en honor esa cualidad mía. Yo ya brillo más que cualquiera. Soy ese sol que los rudimentarios seres humanos veneran.
Aunque ahora me llamen Satanás.
- Fin Capitulum -
Notas:
*: El ángel Rafael, o "Rapael", para esta historia.
*: El ángel Miguel, o "Mikael", para esta historia.
*: El ángel Gabriel, o "Gavriel", para esta historia.
*: Referencia a las leyendas en torno a los "contratos" hechos con Satán.
*: Referencia vulgar (no hallo otra palabra) a los pasajes bíblicos y del Corán donde se habla del ángel Gabriel.
El título del capítulo puede interpretarse como: Mirando hacia el Sol. Si no es así, es culpa de Google.
- Fin Notas -
Gracias por leer.
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