Autor: Kore-Persephone (mi pseudónimo como escritora)
Renuncia: Esta es una historia ficticia en la que no se pretende cuestionar ningún precepto de índole religioso ni mitológico.
Agradecimiento: A mi padre, a mi novio y a mis amigos por vivir queriendo ser sabios, no sabiondos.
Dedicatoria: A toda persona que desee ver algo diferente de todo lo que ha visto y oído.
Capitulum II: Quid est?
La legión angélica se hallaba reunida en el espacio neutral perteneciente a 13-7-0-2-10-9, presenciando la mayor de las atrocidades - hasta el momento - del todos los tiempos:
Dos escogidos - ¡ESENCIAS! - peleaban. Un querubín y un ángel habían levantado armas. Entre sí. Contra sí. Frente al propio Elohim.
El querubín maldecía. ¡Maldecir! Eso estaba tan prohibido como el hecho de que el ángel quería robar la luz de su adversario.
Cuatro esencias más estaban evitando ser golpeados por el ángel. Se encontraba en total descontrol.
Y lo peor: el ángel no era parte de la luz.
- ¡Deténganse!
- No interfieras ¡inútil! - y un viento huracanado lo golpeó.
- El único inútil aquí eres tú, Luzbel.
Samael dejaba salir su habilidad a manera de serpientes de luz con los ojos negros. Ninguno de los espectadores veía con temor a tales figuras.
¡Qué errados estaban!
Todo se reveló cuando un desafortunado demonio decidió cruzarse en el camino de Luzbel y éste retrocedió: la fantasmagórica serpiente mordió al desgraciado ente y al instante el demonio se desintegró y todas sus partículas alimentaron la energía mortal del bicharraco.
Entonces Elohim lo confirmó: era la "contraparte". La "tenebrae" de su luz.
¿Pero como llegó a esto? Era la pregunta general.
Un querubín de cabellos de sol, ojos oscuros, piel ligeramente tostada por su propia divinidad y múltiples alas, perdía, una a una, las plumas de su majestuosos apéndices.
Entre tanto, el ángel que liberaba toda su oscuridad, con los cabellos soleados y mirada de hoja a medio caer, despedía su poder como latigazos de luz, o más bien, como nido de serpientes recién nacidas, listas y ávidas de poder. La luz les permitía ir rápido y alimentaban con ella a su regente.
Luzbel, por primera vez, sintió temor. Había hecho enojar al mismísimo Caos, la oscuridad eterna; era "Doña Blanca" del Día de Muertos, la Calaca, la propia Muerte, adherida a la luz, porque no puedes separar algo tan intrínseco como lo son la Luz y la Oscuridad. Elohim y todas las Luces de los versos debían estar prevenidos que así como ellos se personifican, las tinieblas también tomarían forma.
Y él mismo, Elohim, entrenó a la propia Muerte para ser aquella arpía despiadada que no veía edad, sexo ni preferencia, todos se iban con ella al infierno. Porque esa es la verdadera justicia y verdad.
- ¡Samael, detente! – Azrael trataba de calmar esa esencia arrolladora.
- ¡Guarda silencio! – Pese al susurrante sonido tan característico de su personalidad, en ese momento, era un sonido salido directo de la estación 5*.
- S-si crees q-que me intimidas, ¡estás en un error! – Luzbel se refugiaba lo mejor que podía (escondiéndose tras el público).
Y de todos quienes se limitaban a observar, había uno que oraba por ellos:
- ¡Por favor, Elohim, haz que se detengan!
En una esquina cercana al ente oscuro, se hallaba otro ángel, un simpático ente de ojos oscuros, cabellos cortos, lacios, destellantes de luz solar, con su cuerpo cubierto por una túnica de pureza, un cayado entre sus manos y con la mejilla derecha apegada a aquella larga pieza de madera, protegiendo involuntariamente a aquel que tanto quiso y se proclamo traidor. El benévolo Elohim oía a Azrael, sujetado por Luzbel en su momento, arrodillado ante la macabra obra de su esencia hermana, Samael.
¿Pero que fue lo que pasó con ellos tres?
¿Qué hizo a Luzbel convertirse en Satán*?
¿Qué hizo a Samael dejar correr la oscuridad en su interior?
¿Qué es esto?
- Fin Capitulum -
- Notas -
*: Referencias dentro del argot popular - Quinto Infierno - y bíblico - el Diablo -, respectivamente.
- Fin Notas -
Gracias por leer.
Dejen sus comentarios.
Renuncia: Esta es una historia ficticia en la que no se pretende cuestionar ningún precepto de índole religioso ni mitológico.
Agradecimiento: A mi padre, a mi novio y a mis amigos por vivir queriendo ser sabios, no sabiondos.
Dedicatoria: A toda persona que desee ver algo diferente de todo lo que ha visto y oído.
Capitulum II: Quid est?
La legión angélica se hallaba reunida en el espacio neutral perteneciente a 13-7-0-2-10-9, presenciando la mayor de las atrocidades - hasta el momento - del todos los tiempos:
Dos escogidos - ¡ESENCIAS! - peleaban. Un querubín y un ángel habían levantado armas. Entre sí. Contra sí. Frente al propio Elohim.
El querubín maldecía. ¡Maldecir! Eso estaba tan prohibido como el hecho de que el ángel quería robar la luz de su adversario.
Cuatro esencias más estaban evitando ser golpeados por el ángel. Se encontraba en total descontrol.
Y lo peor: el ángel no era parte de la luz.
- ¡Deténganse!
- No interfieras ¡inútil! - y un viento huracanado lo golpeó.
- El único inútil aquí eres tú, Luzbel.
Samael dejaba salir su habilidad a manera de serpientes de luz con los ojos negros. Ninguno de los espectadores veía con temor a tales figuras.
¡Qué errados estaban!
Todo se reveló cuando un desafortunado demonio decidió cruzarse en el camino de Luzbel y éste retrocedió: la fantasmagórica serpiente mordió al desgraciado ente y al instante el demonio se desintegró y todas sus partículas alimentaron la energía mortal del bicharraco.
Entonces Elohim lo confirmó: era la "contraparte". La "tenebrae" de su luz.
¿Pero como llegó a esto? Era la pregunta general.
Un querubín de cabellos de sol, ojos oscuros, piel ligeramente tostada por su propia divinidad y múltiples alas, perdía, una a una, las plumas de su majestuosos apéndices.
Entre tanto, el ángel que liberaba toda su oscuridad, con los cabellos soleados y mirada de hoja a medio caer, despedía su poder como latigazos de luz, o más bien, como nido de serpientes recién nacidas, listas y ávidas de poder. La luz les permitía ir rápido y alimentaban con ella a su regente.
Luzbel, por primera vez, sintió temor. Había hecho enojar al mismísimo Caos, la oscuridad eterna; era "Doña Blanca" del Día de Muertos, la Calaca, la propia Muerte, adherida a la luz, porque no puedes separar algo tan intrínseco como lo son la Luz y la Oscuridad. Elohim y todas las Luces de los versos debían estar prevenidos que así como ellos se personifican, las tinieblas también tomarían forma.
Y él mismo, Elohim, entrenó a la propia Muerte para ser aquella arpía despiadada que no veía edad, sexo ni preferencia, todos se iban con ella al infierno. Porque esa es la verdadera justicia y verdad.
- ¡Samael, detente! – Azrael trataba de calmar esa esencia arrolladora.
- ¡Guarda silencio! – Pese al susurrante sonido tan característico de su personalidad, en ese momento, era un sonido salido directo de la estación 5*.
- S-si crees q-que me intimidas, ¡estás en un error! – Luzbel se refugiaba lo mejor que podía (escondiéndose tras el público).
Y de todos quienes se limitaban a observar, había uno que oraba por ellos:
- ¡Por favor, Elohim, haz que se detengan!
En una esquina cercana al ente oscuro, se hallaba otro ángel, un simpático ente de ojos oscuros, cabellos cortos, lacios, destellantes de luz solar, con su cuerpo cubierto por una túnica de pureza, un cayado entre sus manos y con la mejilla derecha apegada a aquella larga pieza de madera, protegiendo involuntariamente a aquel que tanto quiso y se proclamo traidor. El benévolo Elohim oía a Azrael, sujetado por Luzbel en su momento, arrodillado ante la macabra obra de su esencia hermana, Samael.
¿Pero que fue lo que pasó con ellos tres?
¿Qué hizo a Luzbel convertirse en Satán*?
¿Qué hizo a Samael dejar correr la oscuridad en su interior?
¿Qué es esto?
- Fin Capitulum -
- Notas -
*: Referencias dentro del argot popular - Quinto Infierno - y bíblico - el Diablo -, respectivamente.
- Fin Notas -
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