De: Crunchyroll |
Este fic utiliza a los personajes de Hetalia, creados por Hidekaz Himaruya, por tanto no son míos. Los nombres de algunos de ellos me los inventé porque el creador no les ha dado un nombre concreto, así que si los veo en otro lado, si reclamaré. El universo en que se desarrolla es el Gakuen Hetalia, todos como humanos, totalmente ajeno el argumento a los otros fics que estoy escribiendo. Ambientado en Berna, Suiza y no gano dinero por escribir.
Sólo dejo fluir mi imaginación.
Precuela de "Meine Heimliche Liebe". Fic de un sólo capítulo.
Tengo varios seudónimos en la red y el utilizado para este fic es el que creé para la comunidad hetaliana: AliceIggyKirkland.
En Fanfiction, este fic ya está bastante avanzado y fue dedicado a una lectora: Yue-black-in-the-Ai
Y sin más preámbulos:
TITULO: Mein kleiner Schatz
![]() |
De: Zerochan |
Han pasado tres semanas de estrés para el Concejo Estudiantil. Y todo, para preparar el Baile de Invierno.
Janica y Gilbert se dejaban ver juntos lo suficiente para reafirmar en la mente del alumnado que la "Queen B" y el más popular (y "peligroso") de la escuela estaban juntos.
Ese mismo tiempo, resultaba torturador para la señorita Vogel verlos tan juntos y tan cerca, tratando de que Ludwig no se hiciera ilusiones con ella (en caso de que las hubiera).
Y para Feliciano era un castigo haberse enterado de que su amigo iría con su compañera de año y que, de paso, se diera cuenta de...
"Mi lindo Feli...", decía Francis, hace diez días: "¿Cómo es posible que no te dieras cuenta de que eres homosexual?"
- ¿Por qué a mí? - Repetía, cabizbajo sobre una de las mesas de la cafetería, en la academia.
- ¡Eres un completo atarantado! - Lo regañaba Lovino. - Ya decía yo... Demasiado apego a tus amigos era muy sospechoso. Me atrevo a pensar que lo que pasaba con Zelig - Feliciano levantó la mirada - era que estabas enamorado de él.
Eso era lo más trágico: en esas tres semanas se hizo una auto-evaluación y descubrió que esa obsesión por ser notado por Ludwig era por, entre otras cosas, mantener vivo el recuerdo de su primer amor. Sin embargo, estaba seguro que le gustaba aquel fortachón por ser como es y no tanto por parecerse a aquel que quiso mucho.
- Hermano, soy un desastre. - Declaró el de cabello cobrizo.
- Mira: ya te dije que no te juzgo. Puedes hacer con tu ano lo que quieras. - Tan educado, Lovinito... - Pero, podrías ser, tan amable, de no involucrarte con un come-patatas... Al menos, trata de quererte un poco más, estúpido hermano menor.
Ciertamente, esas palabras eran lo más cercano a un "Te quiero mucho, hermanito, y te apoyaré, no importa lo que pase".
/ Viernes por la noche /
- Buenas noches, tía Adelheid.
Ludwig lucía un traje oscuro, con camisa blanca impoluta, chaleco gris con detalles celestes, y una corbata azul para equilibrar su apariencia. No hay que decir que va peinado como todos los días, pero, dejó en casa sus lentes, para ahuyentar ese aire intelectual y dejar que sus lindos ojos garzos relucieran más que de costumbre.
- Buenas noches, Lutz. - La doctora solo era de apariencia dura en la consulta. En casa, era un "pan de dulce". - Vashi está en la sala. Ven conmigo. - Y el joven alto la siguió.
- Lutz.
- Vash.
La tensión era evidente, pero eso no era algo que le preocupara a la Dra. Adelheid.
- Hijo: aquí tienes las llaves. Ten cuidado al conducir.
- Ja, mutti.
- ¡Erika! - Miró a las escaleras. - Lutz ya llegó.
- ¡Voy!
Y con algo de prisa, bajó la chica de cabellos cortos, con un vestido de corte imperio con mangas azul rey que sólo cubrían los hombros, y el resto de aquella vestimenta era de color bermellón, de corte en "A", hasta los tobillos. Estaba sutilmente maquillada, acentuando los labios, y usaba unas zapatillas de tacón discreto, que combinaba con la indumentaria.
- Erika... Hola... - El rubio alto estaba anonadado de lo preciosa que se veía la chica.
- Hola, Ludwig. - Le sonrió con un ligero sonrojo. No la elogiaban mucho, a menos que fueran Adelheid y, un poco más discreto, Vash.
- Me gusta como te ves, Erika. - Mencionó, orgulloso, Vash.
- ¡Gracias, hermano!
- Te ves como una princesa, linda... - La mujer alcanzó a la más pequeña para dejar un beso sobre la frente, en los escalones. - Chicos: ¡Una foto! - La señora busca rápidamente su cámara y les toma fotografías, con la jovencita, aun, en las escaleras.
Terminado el momento parental - y una mirada de "si la tocas por donde no debes, estás muerto" por parte del conductor designado -, los tres se dirigieron a la academia.
/ En el baile /
- Espero que hayas practicado lo suficiente. - Habla Roderich con suma preocupación. - Es tu primera presentación como primer violín.
- Sí, si, bastardo. Ensayé todas estas putas semanas, maldición.
Está demás mencionar que aquellos floridos vocablos venían de Lovino Vargas, quien, para variar, no solo era un buen violinista, sino un prodigioso cantante y un guitarrista excepcional.
Al igual que su mellizo, Lovino tenía una afinidad/debilidad por el arte, pero, no era tan diestro con un pincel o creativo con los objetos inanimados, más bien, la música era un medio de dejar salir aquella dulzura que no se permitía mostrar. Primero muerto antes que ser lindo.
Además, tenía una poderosa razón para preferir que lo vean en aquella faceta en vez de disfrutar el baile...
/ Recuerdo de Lovino, once días antes /
- Fanculo! Questo mi fa male! Non posso concludere questa stupida tela! Dannazione!
- Ahora: ¿qué, mierda, te pasa, Feliciano?
- ¡Hermano! - Un abrazo violento y una caída los mantuvo juntos en el suelo.
Era una imagen normal en la casa de los Vargas, cuando el más chico de los mellizos tenía un "bloqueo de pintor". El mayor tenía claro que si le permitía abrazarlo de esa manera por un rato, el otro hallaría "la luz".
Sin embargo, el siguiente monólogo pondría en perspectiva todo lo que sabía de su distraído y sensible congénere.
- ¡Hermano! Soy un desastre. Ya no puedo pintar. Solo pienso en Erika y Ludwig... ¡¿Puedes creerlo?! Me enteré por hermano-Fran que irán al baile juntos. Mi capisci? Y ni se dignó en contarme. - Lloriquea un poco. - Desde el viaje escolar, sospechaba que a él le gustaba ella y yo quiero que me preste atención a mí... ¡Y ella ni siquiera nota que él la quiere! Y no puedo ni decir que es degenerado porque no tienen, en realidad, la misma sangre. Si sólo se necesitaba ser adoptado por un familiar suyo para tener su atención, le hubiese rogado al joven Roderich para que me acepte en su familia. - En ese punto, Lovino se encontraba con la boca abierta y los ojos casi salidos. - ¿Por qué me ayuda cuando estoy en problemas, si al final, solo me va a herir con su indiferencia? Quiero que vaya conmigo a comer gelatto; y que me enseñe a esquiar; y que toque el piano para mí; y que tenga una foto mía para mirarla, en su billetera; y que siempre estemos juntos... ¡Hasta viejitos! Y verle el cabello canoso y sus ojos, tan celestitos, como vitrales de iglesia; y que camine conmigo, de la mano, sin vergüenza...
Del modo más insospechado, el mayor le tapó la boca, sin decir nada. El de cabello cobrizo trataba de quitarse aquella "pinza", sin mucho éxito. Fue entonces cuando, atropelladamente, el de cabello castaño logró levantarse y echarle seguro a la puerta.
- Feliciano... - Logró articular. - ¿Te gustan las chicas?
- Sí, son lindas y delicadas y huelen bien...
- ¿Alguna vez - le costaba preguntar - te has imaginado "viejito" con alguna de ellas?
- No, hermano. - Se formó un rictus en el rostro del mayor.
- ¿Ni siquiera por curiosidad?
- No.
- De acuerdo... - Lo iba a poner a prueba. - Necesito que hagas algo: quiero que cierres los ojos, e imagines todo lo que te hace feliz. Absolutamente todo. Y luego, piensa qué debería ser el amor.
La siguiente secuencia de cambios en el rostro de su hermanito, se le iba a quedar tatuado en la memoria. Al correr los minutos, vio a Feliciano pasar de la alegría al desconcierto, del desconcierto a la estupefacción, y, por último, el horror, con una dramática postura de manos, sobre su boca.
- Her... Her... Hermano... - Feliciano estaba asustado.
- ¡Calla! - El otro se le volvió a apegar. - No hables. - Y le pasó un brazo a la espalda.
/ Fin del recuerdo de Lovino /
Además de tener un excelente currículo como músico, también tenía mala fama por sus invaluables modales y su vocabulario. Era un hecho que Lovino no soportaba a Ludwig, pero, no podía hacerle un escándalo porque, en resumidas cuentas: "ni siquiera es puto, el troglodita".
Había observado la interacción entre su hermanito y el macho-patatas durante todo ese tiempo y "el único enamorado es mi estúpido hermano".
La situación de Feliciano era bastante triste y para terminar desquitándose con alguien o irse de lengua, era mejor refugiarse en la música.
Mientras se va ubicando para iniciar su repertorio, ve dos escenas en la entrada: a la izquierda, el albino ególatra y "Barbie" montaban una escena digna de prólogo para película porno; a la derecha, el aspirante a ermitaño, el macho-patatas y la señorita Erika (a ella la respeta mucho), con sus rostros deformados en asco, vergüenza y...
- No puede ser...
El rostro de dolor y celos que la chica había dejado ver fue una novedad bastante inesperada. ¿Era correcto decirle aquello a su hermanito?
/ En la entrada /
- O sea, tipo, nuestra 'fake relationship' debe tener algo de que sostenerse... - Argumentaba Janica, vestida en un pomposo 'strapless' color magenta, con una tiara bañada en oro rosa.
- No me digas lo que tengo que hacer, Dolly. Yo te enseñé este arte ¿recuerdas?
Gilbert vestía un traje formal negro, a rayas, con una camisa roja y corbata y pañuelo plateados. A él le desagradaba el gusto descomunal de la chica por el color rosa, por lo que fueron juntos de compras días atrás, para coordinar sus vestimentas y hacer de su relación algo más creíble.
Ella necesitaba del poder que podía ejercer el tipo y él necesitaba marcar distancia entre las chicas para seguir su camino para lo cual la rubia era un buen "espanta-pájaros".
- Te juro, tipo, estoy, como que, decepcionada de los hombres... - Llevaban conversando un buen rato, desde el auto alquilado que tenían fuera. - O sea, mi hermano mayor y el primo de Ilona son novios. Y yo quedo, como que, cero amor. Estoy mal ¿muerdes?
- Podrías fijarte en alguien menos inalcanzable. - Soltó sin pensarlo mucho.
- O sea, si... Bragisnky está entre mis opciones... - Y si Gilbert hubiera estado bebiendo algo, lo habría escupido. ¿Ivan?
- ¡¿Estás drogada?! ¡¿Ese imbécil?!
- O sea, no sería contigo ¿O. K.? Ya te he dicho, con el alma, que "tú y yo": cero. ¿Captas?
- ¡Ya lo sé! Me refiero...: ¿Por qué te fijas en objetivos inalcanzables (y peligrosos)?
- ¿No lo ves? ¡Por eso mismo! Son difíciles para los simples mortales... Yo soy una "queen" que necesita de un "king", o sea, super "up" de los demás.
- Incluso, de ti misma.
- ¡Exacto! - Se le acerca como gata mimosa. - ¿Ves cómo me entiendes?
Y con ese acercamiento meloso fueron recibidos Zwingli, Vogel y el otro Beilschmidt.
- ¡Compórtate, Beilschmidt! - El rubio alto sabía que no era para él la advertencia. - Es un baile ¡maldita sea!
- Relájate, Zwingli... - Con un brazo, mantenía abrazada a Lukasiewicz y pasaron de largo, hacia alguna mesa desocupada.
Mientras avanzaba, alcanzó a ver a Erika: "Es hermosa. West es muy afortunado."
/ Avanzada la noche /
Janica y Gilbert se habían llevado por delante todas las bajas expectativas que tenía el Concejo Estudiantil. Hasta Elisabeth, su mayor detractora, tuvo que admitir que los buenos modos y la clase si podían hacer de un "cerdo egoísta" como el albino en un caballero de brillante armadura.
Y es que esa noche tanto el chico como su rubia compañera querían que todos vieran porqué ellos debían tener el control de la escuela.
- ¡Les dije! - Apareció Antonio, frente a Roderich, Elisabeth y Arthur. - "Gilberto" es el hombre.
- Es un gran actor, sin duda. - Cizaña, cortesía de Kirkland. - La verdad: creí que ese par armarían un escándalo para arruinar el baile. - Se dispuso a retirarse. - Será mejor que me ocupe de la vigilancia. Aún no termina la noche y hay demasiados autos de lujo en los alrededores. Además, no hay que quitarles el ojo de encima a Jones y Braginsky... No después del desastre en el museo.
- Tienes razón, Arthur. - Elisabeth se dispuso a vigilar de cerca a ese otro par. Por si las dudas.
- Veré como sigue Lovino. - Eso captó la atención del castaño de ojos verdes.
- Oye, "Rodrigo"... - El otro voltea hacia él. - El... Lovino ¿tocará toda la noche? - El otro se acomoda las gafas.
- Me rogó que lo dejase tocar hasta el último minuto.
- Ah, ya veo... - El desánimo era palpable. - Bueno, no te entretengo más...
El chico de ascendencia española llevaba toda la noche distraído, pese a tener de acompañante a Emma, amiga de Elisabeth. Bastante simpática y muy hermosa, pero: "No es Lovino".
Y el procuraba mantenerse dentro del campo visual del huraño chico. Sin embargo, en toda la noche, el muchacho no había abierto los ojos, para nada.
Lovino poseía memoria digital, es decir, con solo aprender a ubicar sus dedos sobre su violín, el podía aprender cualquier partitura que le pusieran. Su habilidad había sido el detonante para que Roderich Eldestein le confiase el puesto de 'primo violino'. Por tanto, y con el orden de la música definido junto las horas de ensayo necesarias, el no necesitaba ver ninguna partitura para hacer lo que mejor sabe.
Otro motivo más para no querer participar de manera social en aquel evento. Y también quería demostrarles a todos que no solo los germanos podían dominar la música.
Era un reto personal.
Comments