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De: DeviantArt |
Este fic utiliza a los personajes "2º Player" de Hetalia, creados por Hidekaz Himaruya, por tanto no son míos. Los nombres de algunos de ellos me los inventé porque el creador no les ha dado un nombre concreto, así que si los veo en otro lado, si reclamaré. La ONU: la conoce todo el mundo; solo hay hechos ficticios y no gano dinero por escribir.
Sólo dejo fluir mi imaginación.
Tengo varios seudónimos en la red y el utilizado para este fic es el que creé para la comunidad hetaliana: AliceIggyKirkland.
Y sin más preámbulos:
Título: MY GIRL
Personajes: Allen: 2p-USA
OC: Rose Elizabeth Bonnefoy Kirkland, hija de 2p-Nyo-UK y 2p-France
Advertencia: Relato en primera persona. Sadismo. Mención de Phillipe (2p-France) y Oliver (2p-UK). Deben leer "Sweet Dèmon" antes de leer este capítulo.
Van 3 meses desde la última vez que vi a Oliver. No ha ido a ninguna de las conferencias programadas para estos tiempos. Normalmente, me hubiese valido... En su lugar, la copia ha ocupado su puesto. Legalmente, ella puede representar a Reino Unido como a Francia... Maldito sea su ADN y los vacíos legales.
En cuanto a Phillipe: el muy marica ha estado bastante ocupado entre las terapias en el hospital y hacer acto de presencia en estas payasadas.
La verdad: todos sabemos que aquí no vamos a resolver ni un maldito contratiempo. Me encuentro en uno de mis escondites favoritos: una bodega abandonada en las afueras de la ciudad. He estado muy estresado, las últimas semanas, investigando la muerte de Rose, así que decidí despejarme un poco.
[GRITOS DESGARRADORES DE HOMBRE]
Tengo en mi poder a uno de los tantos agentes que están buscándome... Ya saben, por "mis chicas"... Es una lástima... Estaba tan cerca de delatarme...
[RUIDO DE TORCEDURA Y GOLPE SECO EN EL SUELO]
Le acabo de romper el cuello, a mano limpia. Dio mucha pelea, el infeliz, pero logré quebrarlo, literal y figurativamente.
Más tarde, debo darles una "calurosa" bienvenida a todos los idiotas que, como yo, representamos a cada país de este patético y miserable mundo.
Lo juro: odio esta responsabilidad, el protocolo y las caras de esos tipos; pero no puedo librarme de esto.
- Te odio, Rose. No debiste dejarte matar.
Cargo el cuerpo de aquel pobre diablo hasta mi furgoneta. Tengo un congelador en la parte trasera. Cuando termine la jornada, buscaré dónde dejarlo. Antes de "encargarme de él", le quité y desactivé todos los dispositivos que encontré sobre él y utilicé un dispositivo para desvío de señales, por si tenía un chip de rastreo. Mi gente es muy buena para estas cosas de infiltración.
Pero yo soy más listo... Soy su nación.
Con mi lista de quehaceres hecha, conduzco hasta el centro de convenciones donde organizaron la conferencia.
No me siento particularmente emocionado, pero, matar a ese imbécil me ha tranquilizado. Ellos no pueden ver que estoy afectado por la ausencia de mi chica. Nadie puede saberlo.
O quizá sí... Pero, Oliver no me quiere ver.
Luego, dejo de divagar cuando la gente de seguridad toma posiciones tras, frente y a mis costados. Pongo mi mejor cara de "me valen todos", y recibo, uno a uno, a los demás idiotas.
Adivinen a quién tuve que saludar primero...:
- Hola, Allen, querido. ¿Cómo estás? - Una galleta para quien adivinó: la copia de Rose.
- Copia. ¿Qué no ves? Estoy como siempre.
- Eso veo, Allen. - Noto la intensa mirada que me da, con esos ojos morados y sonrisa exagerada, como su madre.
- Camina. Debo saludar al resto de estúpidos. - Y se aleja, brincando como niña pequeña.
No tengo que mencionar que entre sarcasmos e insultos frontales, hemos dado inicio a este circo, mal llamado "conferencia".
Uno de los ausentes que más importan en la política mundial, fue Phillipe. Al parecer, y como si cargar con Reino Unido no fuese suficiente, le otorgó la representación de Francia a su pequeña princesa. No digo que haga mal su trabajo, pero verla intervenir para ambos países, entre tanto egoísta como yo, eleva en varios puntos el nivel de rareza que los Kirkland podían parir.
- Eres una digna hija de tu madre. - Solté, sin reservas, cuando regresó a su puesto (a mi izquierda, para mi puerca suerte).
- ¿En serio? - Por un segundo, noté que su expresión se tornó fría... Deben ser una alucinación.
- Pues no tomaría tu lugar, aun si me pagaran. ¿Abogar por dos países? Phillipe y Oliver te quieren menos de lo que crees.
- No. Ellos me aman. - Y el "aura arcoiris" invade mi espacio, de nuevo. - Me gusta ayudar.
- Eres rara, copia.
- Eres muy gracioso, Allen, querido... - Me toma el brazo. - Oye, tío Oli está cada vez peor... ¿Puedes creer que pasa día y noche limpiando el sótano?
- No necesito creerte. De hecho, me sorprendería más si el viejo no hiciera algo raro, copia.
- Pues sí, querido. Tío Oli está más perdido que nunca.
No quise hablar más sobre mi drogadicto ex-tutor. Y les seré sincero: más de una vez, he escuchado a la copia y a algunos otros que han ido a su casa para visitarlo hablar sobre esa extraña obsesión de limpiar aquella cámara de tortura.
Por supuesto que sé para qué utilizaban ese lugar. Es más, cuando empecé mi vida como asesino, le regalaba al anciano mis primeras armas, aún con sangre, para que las tenga como prueba de mi triunfo.
Para ambos, era una extraña manera de demostrarnos respeto y algo de cariño. Pero jamás saldrá de mi boca esto.
Es más, uno de mis trofeos más valiosos es un machete con el que maté a un viejo, en Virginia, después de presenciar como violaba a una wampanoag. Me di el gusto insano de castrarlo y decapitarlo. Luego, después de ofrecerle un techo para pernoctar, tuve que matar a la chica, degollándola mientras dormía en el granero de mi antigua casa. Después de todo, había sido deshonrada.
También recuerdo cómo aprendí a desgonzar hombros... Es una bonita historia:
En los tiempos en que Phillipe andaba como perro por su casa en el estado de Louisiana, a veces, yo escapaba de casa - y de Oliver - para quedarme unos días por allá. En aquellos días, un terrateniente enviaba a sus esclavos a robar la cosecha de algodón que pertenecían al franchute.
Cuando él se dio cuenta, recuerdo que le puso una trampa bastante sencilla a aquellos infelices, una emboscada; al ponerlos en cautiverio, Phillipe me dejó ver cómo, personalmente, les aflojaba los brazos y piernas de sus articulaciones, de un solo tirón hacia arriba, mientras pisaba sus pechos o sus caderas. Mientras esos tipos aullaban de dolor, tomó un mazo, les partía los huesos y les quitaba las uñas, para rematar la tortura.
A todo esto, en ningún momento preguntaba quién los envió, cosa que en ese momento me pareció extraña. Después de tres días, con sus miembros y articulaciones destrozados, la rana y yo regresamos y él inició el interrogatorio.
En ese punto, todos los cautivos cantaban como pajaritos al amanecer. Y para el atardecer de ese mismo día, el mentalizador y los lacayos eran separados de sus cabezas, a manos del propio Phillipe.
Ahora, me pregunto yo: ¿Cómo estarán mis trofeos? Sé, por boca del drogo, que sólo tiene un ejemplar de todas y cada una de las armas que existen en el mundo - excepto armas nucleares, sólo las llaves de activación. ¿Habrán utilizado mis viejas armas ese par de enfermos? Y si lo hicieron ¿en quién fue?
Quizá tarde años en saberlo, si el viejo y la chimenea andante no vuelven a las reuniones...
En fin, esta estupidez ya terminó y tengo un cadáver que despachar.
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